martes, 18 de octubre de 2011

La Casa de la Cerda

¿Saben ustedes el origen del nombre de tan noble familia española?




No hombre, no... no sean ustedes tan simplistas...




Mucho mejor.

En efecto. El inicio de la Casa de la Cerda arranca allá por mediados del siglo XIII con un hijo del rey Alfonso X El Sabio, el llamado Fernando de la Cerda.

Fernando tuvo bastante mala suerte, y no exclusivamente por el nombre. Recibió el apodo de "el de la cerda" no por su madre, ni por su mujer, si no por haber nacido con un extraordinario pelo duro y negro "como una cerda" en el pecho. Algo que me resulta bastante repugnante.
Fernando era el primogénito del rey Alfonso, pero falleció antes que su padre, malogrando la sucesión. Sin embargo había tenido la ocasión de engendrar dos hijos: Fernando y Alfonso de la Cerda.
El rey Alfonso pretendió que la sucesión de su trono pasara por sus nietos, pero su otro hijo Sancho, no compartía su criterio. Y ya sabemos como terminan estas cosas... Sancho provocó una guerra civil, mediante la cual logró desplazar finalmente a sus sobrinos del trono de Castilla y a todo el linaje de la Cerda.

Andando los años, el linaje recaería sobre una mujer, que contraería matrimonio con el primer conde de Medinaceli, incorporándose así pues, la famila de La Cerda a la de Medinaceli. De la Cerda y Medinaceli darían ilustrísimos personajes de nuestra historia. Hoy, la duquesa de Medinaceli (etc etc...) que por lo visto todavía vive! es la ex-suegra de Nati Abascal, madre del que fuera su esposo, el duque de Feria. Hoy es duque de Feria su hijo, Rafael Medina, con quien, por cierto, coincidí en un vuelo desde París.






jueves, 13 de octubre de 2011

viernes, 7 de octubre de 2011

Congreso de París

Del Congreso de París saldría el conocido como Tratado de París de 1856, texto que consagraba a Napoleón III como el "árbitro de Europa" y ponía fin a la Guerra de Crimea.
Junto con ese texto, y el proceso de Unificación Italiana, Carlos Luis Bonaparte, ponía un broche de oro con cierto sabor a venganza en nombre de su tío, el Gran Napoleón.

Establecido el Segundo Imperio, en su fase más exitosa en relaciones exteriores, Napoleón III había logrado doblegar, por un lado, al Imperio ruso con el Tratado de París, y con las batallas de Magenta y Solferino al austríaco. Dos bestias negras de Napoleón, mordían el polvo. El espíritu del Congreso de Viena se desintegraba, y la hegemonía de Rusia y Austria se esfumaban a favor de las ventajas fruto del desarrollo industrial, que apuntaban al liderazgo de Inglaterra y Francia.