martes, 9 de agosto de 2011

madame du barry

Madame du Barry fue amante de Luis XV. Mujer con pasado, fascinó con su erotismo y ligereza al rey. Hay que reconocer que aunque era de orígenes humildes, la leyenda negra que crearon sus enemigos, los convirtieron en tenebrosos. No era para tanto.
El rey la quiso tener a su lado constantemente, exac
tamente en los apartamentos que se encontraban justo sobre los suyos en el palacio de Versalles.
Para que pudiese permanecer en la Corte era necesario ennoblecerla. Para ello, Madame es casada con monsieur du Barry, que muy prudentemente se retira de Versalles tras la boda, dejándola a ella allí, lógicamente, y recibe el título de condesa du Barry.
Ejerció de honorable madrina la condesa de Bearn, muy noble, muy vieja, y muy endeudada (hasta ese día).

Ella ejerce una gran influencia sobre el rey Luis XV, quien se caracterizó por dedicarse a disfrutar de la vida. De tal forma, que ella manda en una corte bastante escandalizada por sus orígenes y sus funciones.

Madame du Barry, gran apasionada de la vida, recibe el privilegio del rey de mandar sus facturas directamente al encargado del tesoro, sin necesidad de ninguna otra autorización. Ella no lo dudará y hará un buen uso de ese privilegio. A fondo.

Durante su "reinado" el delfín contrae matrimonio con Maria Antonieta. Por diversas razones, la princesa austríaca no comulga con madame de Barry, y se burla de ella en varias ocasiones. La favorita, mujer temperamental, no se toma muy bien aquellas bromas, que no acaba de ver divertidas. Se queja a Luis XV, que intenta en vano mediar entre ellas.
Según el protocolo de la corte, Maria Antonieta, al ser la delfina, era quien debía iniciar las conversaciones. Nadie de un rango inferior podía d
irigirle la palabra, si ella no lo había hecho antes. María Antonieta empleará esto para mortificar a la favorita, y durante meses no se dirigirá a ella. Madame du Barry, acostumbrada ya a los mayores honores, se pone furiosa. Al final tiene que mediar la propia madre de María Antonieta, la reina Maria Teresa, pues el comportamiento de la princesa estaba poniendo en peligro la alianza franco-austríaca. Con sus 16 años, María Antonieta ya prometía. Los consejos de su madre la logran convencer de que con su actitud está insultando también al rey Luis. Así que, finalmente, tras muchísimo tiempo de espera, rumores, y cachondeo vario, se decidió a acabar con aquel juego. Cuentan que la delfina le dirigió la palabra con profundo desagrado, con una frase que haría célebre: "Il y a bien du monde aujourd'hui à Versailles..." (hay mucha gente hoy en Versalles). El poder real, se doblegaba.

Otra graciosa curiosidad, tiene que ver con la antigua localidad de Buttevant, en Irlanda. Usted se preguntará, ¿qué tendrá que ver Buttevant con madame du Barry? Pues bien, por lo visto, la familia de los du Barry tenían sus orígenes relacionados con aquel pueblo, que andando el tiempo, dicen que fue el origen del lema de la familia, y de Buttevant se pasó a "Boutez en avant!", que vendría a significar: "¡Empujad hacia delante!", un inmejorable lema para una favorita.

Luis XV enferma de viruela, y viendo próxima la muerte, decide convertirse con profundo fervor en un buen cristiano. En los últimos momentos de su vida abraza la religión, no por miedo a condenar su alma, no, qué va, si no por un largo y metódico proceso de reflexión interior. Por ello, cumpliendo además con los deseos de quienes le rodean, se despide de su pasado pecador despidiendo a madame du Barry de Versalles. Ella empaqueta sus cosas, que no eran pocas, y desaparece.


Según palabras de Lamartine:

"Jeune encore à la mort de Louis XV, madame Du Barry avait été enfermée, quelques mois, dans un couvent par la décence : caractère du règne nouveau. Affranchie bientôt de cette clôture, elle avait vécu, dans une splendide retraite auprès de Paris, au pavillon de Louveciennes, au bord des forêts de Saint-Germain "

(joven todavía a la muerte de Luis XV, md. de barry fue encerrada algunos meses en un convento por decencia, caracter del nuevo reinado. Liberada pronto de ese encierro, ella vivió en un espléndido retiro al lado de París, en el pavellón de Louveciennes, en el borde de los bosques de Saint-Germain).

Pasará a llevar una vida mucho más tranquila, con un par de parejas estables. Acudió al lecho de muerte de Voltaire, al que admiraba, como también a la filosofía de las luces. En una ocasión, ella le había escrito una carta despidiéndose con dos besos, a lo que él respondió:

Quoi, deux baisers sur la fin de la vie !
Quel passeport vous daignez m’envoyer !
Deux, c’est trop d’un, adorable Égérie,
Je serai mort de plaisir au premier.


¡Qué, dos besos al final de la vida!

¡Qué pasaporte os dignáis enviarme!

Dos, uno es demasiado, adorable Egérie

Yo habré muerto de placer con el primero.

Incluso tras la pérdida del rey, durante una visita a Francia del hermano de la ya reina Maria Antonieta, José II, este quiso conocerla para disgusto de su hermana. Durante el encuentro, dicen que madame du Barry quiso cederle el paso al emperador, pero que él le contestó galante: "passez, madame, la beauté est toujours reine" (pasad señora, la belleza siempre es reina).

Comienza la Revolución, y madame, ni estaba ni se la esperaba. Mientras la nobleza comenzaba a huir, ella toma el camino contrario y ofrece su ayuda a la corte. Es cierto que atiende a los heridos sin importarle si son realistas o revolucionarios, pero apoya con sus medios la contrarevolución interior. Probablemente ella pensase que no llegaría la cosa muy lejos, y podría jugar un honorable papel. Pero un buen día, de pronto, entró volando p
or la ventana de su casa en Louvenciennes la cabeza del duque de Brissac, decapitado en Versalles, y que alguien con muy mala idea, tuvo la ocurrencia de lanzar allí dentro, pues se decía que eran amantes. El duque había sido hasta ese día comandante de la guardia del rey, y fue asesinado por su lealtad durante las masacres que acontecieron en Versalles durante el mes de septiembre.
Pese a ello, madame du Barry, que nunca se había implicado en política, bastándole con picotear el tesoro, debió creer, inteligentemente, que nada de todo aquello iba con ella. Y es que la perspicacia a veces nos juega malas pasadas.

Se debió indignar mucho cuando, durante los alborotos revolucionarios, sus casas fueron asaltadas y su fabulosa colección de joyas robada. Esto la lanzó de nuevo a la palestra, pues llevaba unos años algo olvidada. Un mal momento para ponerse en primera fila. Enumeró y evaluó la cantidad del robo como si nada, y muchos se llevaron las manos a la cabeza, y empezaron a recordarla.
Al poco tiempo, parte de lo robado apareció en Londres, y ella acudió allí para autentificar las piezas recuperadas.

Luis XVI es decapitado. Francia entra en guerra con Gran Bretaña. Madame, que parece ignorar el peligro, de forma absolutamente brillante, decide regresar a Francia en pleno Terror para evitar que le embargen los bienes. Y es que lo primero, es lo primero. Una vez pisa suelo francés, es denunciada como agente inglés. Y si a esta denuncia se suma su colaboración con el duque de Brissac en apoyo a los contrarevolucionarios, junto a las ganas que ya de por sí tenían los revolucionarios a la nobleza, podemos considerar que madame du Barry daba el perfil.

Se la considera sospechosa tras la aprobación de la "ley de sospechosos", que por otro lado, no era muy exigente. La paranoia revolucionaria empleó la siguiente bonita fórmula:

"qui, soit par leur conduite, soit par leurs relations, soit par leurs propos ou leurs écrits, se sont montrés partisans de la tyrannie ou du fédéralisme et ennemis de la liberté, ceux qui ne pourront pas justifier, de la manière prescrite par le décret du 21 mars dernier, de leurs moyens d'exister et de l'acquit de leurs devoirs civiques; ceux à qui il a été refusé des certificats de civisme les fonctionnaires publics suspendus ou destitués de leurs fonctions par la Convention nationale ou par ses commissaires et non réintégrés, ceux des ci-devant nobles, ensemble les maris, femmes, pères, mères, fils ou filles, frères ou sœurs, et agents d'émigrés, qui n'ont pas constamment manifesté leur attachement à la Révolution, ceux qui ont émigré dans l'intervalle du pemier juiller 1789 à la publication du 30 mars - 8 mars 1792, quoiqu'ils soient rentrés en France dans le délai prescrit par ce décret ou précédemment."

Quien, sea por su conducta, por sus relaciones, por sus propósitos o por sus escritos, se hayan mostrado PARTIDARIOS DE LA TIRANÍA O DEL FEDERALISMO, ENEMIGOS DE LA LIBERTAD, aquellos que no puedan justificar, de la forma prescrita sus medios de existencia y de adquisición de deberes cívicos, aquellos a quienes se les haya rechazado el certificado de civismo, los funcionarios públicos suspendidos o destituidos de sus funciones por la Convención nacional o por sus comisarios y no reintegrados, de aquellos nobles, junto con los maridos, mujeres, padres, madres, hijos o hijas, hermanos o hermanas, y agentes de los emigrados que que no hayan manifestado constantemente su adhesión a la Revolución, aquellos que hayan emigrado en el intervalo del
primero de julio de 1789 a la publicación del 30 de marzo, cualquier reentrado en Francia durante el periodo prescrito por este decreto.

Lo que permitía una amplia arbitrariedad a la hora de juzgar. ¿Quién era un enemigo de a libertad? ¿qué los definía exactamente? (Los certificados de civismo también traían cola...) La Comuna de París aclaró mucho mejor la situación. Sospechosos eran: "aquellos que no haciendo nada contra la libertad, tampoco han hecho nada por ella". Claro y meridiano. Ser considerado sospechoso desgraciadamente no era ninguna broma. Eras conducido al presidio y sin comerlo ni beberlo, tenías un pie en el cadalso. La guillot
ina se empezó a nutrir en abundancia de cualquier noble por el hecho de serlo, todo pariente de emigrado, funcionarios destituidos, acaparadores... Las cárceles estaban llenas de todo tipo de gente esperando su momento. Y es ahora cuando madame du Barry decide regresar a Francia.
Es acusada de enemiga de la Revolución, convirtiéndose en la diana perfecta para los revolucionarios por su pasado como favorita. Pese a que durante su jucio sus vecinos hablaron bien d
e ella, fue condenada, adivínenlo, a la guillotina.
Retrasó su ejecución p
rometiendo desvelar secretos para obtener la gracia, como dónde mantenía ocultas más joyas, pero finalmente fue conducida al cadalso. Dicen que perdió la compostura que había mantenido durante su juicio, y que desde la carreta gritó desesperada a la muchedumbre que se había reunido para verla morir.
No obtuvo ninguna respuesta.
Sus últimas palabras
fueron dirigidas a su verdugo, a quien imploró: "De grâce, monsieur le bourreau, encore un petit moment" (por favor, señor verdugo, un momentito más).

Mirabeau dijo de ella:
"Si ce ne fut pas une vestale, la faute en fut aux dieux qui la firent si belle", (si no fue una vestal, la culpa fue de los dioses, que la hicieron tan bella).


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